3/31/2006

El metro submarino de Nueva York

Ayer estaba sesteando después de comer con un documental de fondo (la nueva cadena, la de Emilio Aragón, también se ha apuntado a los documentales somnífero de la 2) sobre túneles, las maravillas de la inegniería, o algo así. Hablaban del metro de Nueva York, uno de los metros más grandes del mundo, abierto sin interrupción día y noche, que tantas veces hemos visto en las películas. El metro es un lugar fascinante, la priemra vez que montas en él, de pequeño, no puedes dejar de mirar por las ventanillas la oscuridad de los túneles, buscando "algo". Luego te enteras de la existencia de "estaciones fantasma", como la que salía en Barrio, o te lees los cuentos de Cortázar sobre el metro de París, uno en el que el narrador descubre que hay gente que entra por una boca y no vuelve a salir nunca más, y se alimenta de sólo de chocolatinas, lee los periódicos abandonados por otros viajeros... Cuando lees esos cuentos, saboreas los nombres de las estaciones (Menilmontant, Sevres Babylone, Temple, Abesses...) como si fueran lacasitos (del color de la línea respectiva).
En el documental de ayer daban muchos datos sobre el número de viajeros, de vagones circulando, de ruedas por cada vagón... Las cifras son muy importantes en este tipo de reportajes, y ayudan a dormir, es como contar ovejitas (un millón de viajeros al mes, 178.998 aperturas automáticas de puertas a la hora, 790.013 tuercas sujetando llos componentes en cada vagón...)
Y en un momento en que no prestaba mucha atención escuché algo del océano... Y abrí los ojos. Los vagones que ya están viejos los tiran... al mar!!!! El locutor lo dijo tan tranquilo, añadiendo que los vagones, una vez sumergidos, servirían de casa para los peces. Creo que veía demasiado los Snorkles de pequeño.

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